martes, 17 de julio de 2007

Recordando

Todas las tardes su padre lo sentaba a ver televisión, las comiquitas. Él, el padre, se encerraba en su cuarto a mirar revistas de adultos y a quererse a solas. Él, Pretérito, se quedaba todo el rato ahí, como idiotizado por los colores, que no los veía pues el televisor era a blanco y negro, pero al pequeño Pretérito le gustaba imaginarse qué colores tendrían aquéllas imágenes.

Ya de adulto, conservaba la costumbre de repintar la cosas, al menos en su mente, de redibujarlas, reinventarlas, incluso. Esto, claro, le representaba un problema social. No le era muy fácil acomodarse como el resto de las personas, entre las costumbres normales. Claro, también es cierto que le quedó la costumbre exótica y pueril de quererse él sólo, encerrado en su cuarto y mirando vivazmente revistas groseras. Al terminar se sentía feliz, imaginandose a su madre reprendiéndole por lo hecho.

Era de noche cuando más gustaba de repintar las cosas, hasta el color de su semen. También seguía viendo comiquitas viejas, en blanco y negro. Hasta que le agarraba el sueño y se quedaba mirando el techo onírico que comenzaba a dibujarse en su mente.

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