miércoles, 26 de marzo de 2008

Broke up...


Volviendo al comienzo me dejé las agujetas sueltas y seguí andando de ese modo. La vista tenía un color oscuro sobre ella. Lentes de sol, seguramente. No puedes tocar. Ah, no? No. Okey, pero puedo maldecir, al menos, verdad? Sí, puedes maldecir y puedes escupir y puedes, y te aseguro lo harás, sucumbir. Este señor con sus colmillos y sus amarras y sus tirones de cabello y sus embestidas animales, que vaina. Así lo viola a uno el diablo, el demonio, belzebú. Es hasta bonito este último nombre, verdad? Mira... sí, lo es. Belzebú. Suena a diminutivo cariñoso. A espuela de gallo, a cachetada en el sexo, suena a mordisco de labio, a puñalada de amante, no sé, me hace evocar cosas hermosas: la mirada de un viejo moribundo, una mujer embarazada y sin marido, un esposo cornudo, un lisiado que pide limosna, esas pequeñas cosas, esos pequeños seres que hacen que la vida de uno tenga sentido, que sirven para medir que uno no está tan jodido, que podría ser peor, que podría uno ser más bajo, más vil. Claro, también eso da envidia. Envidia, por supuesto. Así sí, así me siento mejor, más humano, más roedor. Envidia, celos, ponzoña clavada, golpe anticipado, mierda, en fin, esas cosas que te hacen menos santo, gracias a Belzebú, el hermoso y tierno.

Me dejas? Sí, te dejo sola. Pero podemos hablar? No, no podemos. Sí me llamas, si me buscas que sea sólo por placer, por favor, no quiero esas lamentables y eternas quejas de enamoraditos empalagosos. Pero... Bueno, yo te lo digo así de claro, es preferible, cierto? Sí, supongo. Y supones bien, niña, siempre es mejor maldecir de frente que bendecir con sorna y entre dientes. Y siempre es mejor amar. Pero por Dios, qué demonios dices!!! Amar, eso es verbo de analfabetas, es disfunción de las almas, andrajoso quehacer de tristes soñadores. Que me libre de semejante error el todopoderoso Héctor Lavoe, allá en su cielo de pepas y putas y música de la buena. Hay errores, digo yo, que al fin y al cabo no soy nadie, siendo alguien, que se cometen con gusto, y hay voces en el alma, si es que se tiene una, que te dice que te mueras, y tu vas y te mueres. El sinsentido de la vida. La levedad vacía y absurda y estúpida de los seres humanos.

Entonces, te vas? Sí. Bueno, que tengas una vida... no sé, como sea, como la eligas vivir. Y allá en ese lugar, habrá sábanas costosas? Quizá, lo seguro es que tendré un lindo ataud para mi solito, y una lápida con algún texto horrible que no podré elegir yo y que sea el que me acompañe por los siglos de los siglos. Tal vez pueda escribir algo para mí mismo antes de darme el tiro. Sí, tal vez...

domingo, 2 de marzo de 2008

Febrero...

Cuánta sangre, cuánto vómito y cuántas agujas clavadas en las pestañas. Cosas nimias, absurdas y, acaso ridículas, no serían de nuevo las mismas. Así le cambia la dimensión y la perspectiva a un corazón cuando éste se torna laberinto.

Exactamente a las once y once vio el reloj y la reordó a ella. No a ella, sino a ella. ¿Me explico, doc? Sí, se explica. Más nunca torito, ya no más bendiciones a la hora de dormir ni "esa" manera de acostarse que tanto amaba. Ama. Cuántos insultos y puñaladas revoloteando, buscando algún hígado, algún pulmón o una lengua podrida de las mismas palabras que nunca fueron las mismas. Tanto monóxido. Tanta tripa suelta, desparramada en el pavimento. Tanto orgasmo del cielo que quedará como prenda de gitano, colgado a algún madero de los recuerdos, alguna carreta que trató detenerse y no pudo.

Cuanta miseria humana y cuánto, Lucifer mío, sentimiento echado por la borda. LAs once y once, hora plaíndromo, hora perfecta que trae su voz preguntando ¿Ya hoy es diecinueve?. No, no lo es. Nunca lo será, todo lo indica así. Al calendario le recortó ese día. Hay fuego en el ventitrés. Habitáculo desdichado que vio la separación de sus padres y ahora la suya propia. Mirada lánguida de hada, agujero, Viceversa y dama caballero celta, con el cinto...

Nada, nada le queda entre las manos sino ese hueco que se sostiene sobre el pecho.