sábado, 6 de octubre de 2007

Del destino que no fue


Por qué los adivinos, sean adivinos normales, si es que los hay, sean gitanos o sea gente con esos "poderes" siempre tienen que estar poniéndole enemigos a la gente, y vidas pasadas tan irreales. Cómo era posible que Pretérito, un sujeto más bien sin predicado, es decir, una persona que vivía sin guiones, sin saltos de página, siempre de corrido, por qué a un tipo con él iban a pasarle aquellas cosas increíbles.

La adivina le advirtió que también había estado cerca a los doce discípulos. Él, él cerca de Jesús. No podía haber patraña más grande que esa, él que creía que el judío ese no era sino un impostor, un falso profeta, él que detestaba con su alma a toda la institución católica. Un lejano recuerdo del colegio San Javier y uno de los jesuitas que le dio clases le vino a la memoria.

Cómo era posible que esa mujer le dijera que él había sino asesinado en la hoguera, siendo mujer, por la inquisición. Cómo podía ella, con un juego de cartas españolas, ver semejante barbaridad. En este punto, Pretérito, hubo de pararse e irse molesto. Al llegar a casa batió la puerta tras suyo y se echó en el sofá. Él, su karma, cómo demonios tenía arreglo una vida signada por el desastre y la mentira. Además, para colmo de males, esta mujer diciéndole que él casi que fue un santo, esa era la parte que más le molestaba. No le incomodaba la idea de haber sido prostituta ni chicharra de marihuana, tampoco lo de la hoguera, si al caso vamos, menos aún que le haya inventado una esposa celosa que casi lo mata en Escandinavia.

Lo que a él le molestaba, viendo a media luz el retrato de niñez junto a su amigo, era que la gitana mentirosa le dijera aquellas terribles palabras que apenas podía repetirse para sí y que no podemos conocer aún.

lunes, 1 de octubre de 2007

Del destino


Ella no lo extrañaba y a él le extrañaba tal situación. Esto, claro, degeneró en el hábito falaz de Pretérito de consumir altas dosis diarias de Agua. Como sabemos, el agua es una droga fatal y súper adictiva, una vez que la pruebas no la puedes dejar.

Se lo pasaba el día entero leyendo revistas de todo tipo, pensando en aquella madrugada en que le atravesó las tripas a su amigo de infancia con el pico de un botella que antes ya le había roto en la cabeza, claro, una cabeza botando sangre es menos escandalosa que un reguero de tripas por el suelo. Se consumía para adentro, como una eclosión ridícula de genes mal juntados en un mismo cuerpo. Era su destino.

Al llegar, años más tarde, donde la bruja, esta le dijo que en su vida anterior había dejado pendiente esa deuda, que era esa, y no otra, la razón por la que estaba en tal hueco existencial. Además le dijo que en alguna ocasión fue un reconocido estratega militar, y también una puta codiciada, una viuda, un poeta pobre del siglo dieciseis en España, el perro de Cleopátra y un uña mal cortada de Enoc. Después, mucho después, incluso, había sido una pipa de Marihuana de un falso emperador Etíope, un Dictador, más bien.

Tal recuerdo, claro, le resultó asqueroso.