lunes, 3 de mayo de 2010

Vuelta tarde


Maldije. La luz del callejon no fue impedimento -Cuándo lo había sido- para maldecir a la puta esa, la soledad.

Llegué pasadas las cuatro. Apenas pude abrir el portón. Recompuse el andar y entré como un Adolfo en Francia, henchido, despampanante, pletórico. Diminuto. Tiré la camisa al... a cualquier lado. Los zapatos. Las medias. El pantalón. Quedé vestido sólo con el boxer. Así me fumé dos cigarrillos sentado en la cama. Veía las curiosas formas que hacía el humo con la luz que apenas entraba del baño. Me gusta el tango, pensé.

La cohesión es un tema de abrochamientos. Yo nunca he podido hablar de cohesión. Saber de cohesión, al menos. Entender, la bendita cohesión. La uniformidad del discurso que se hila en uno. Eso es inexistente en mí. Un día me gusta el café negro y no puedo si quiera pensar, sin una taza de café negro en las manos. Al día siguiente me parecen despreciables los adictos a la cafeina. Trogloditas.

A la mañana siguiente, un hueco de la ventana deja pasar directo a mi rostro la candela con que el sol quema a los desprevenidos. A los que no saben de cohesión. Maldije.

Luego de cepillarme y sentir los 500 kilos de peso muerto de todos mis cadaveres sobre mi espalda, hundiendo mi lesión lumbar, creo que me pregunté sobre los cartogramas del alma. La rosa de los vientos, de las almas, cómo es.

miércoles, 30 de julio de 2008


tengo un amigo que dice que recuerda claramente el día que nació. yo recuerdo claramente todos los días en que he muerto. los nacimientos posteriores a cada muerte no los recuerdo mucho. es que no me interesa recordarlos, eso es.

la muerte es maravillosa y espléndida. no el nacimiento. es ridículo pensar que qué bella es la vida. bella una línea de cocaína en una mesa y una linda chica inhalándola hasta que sus ojos se volteen y giren como los bichitos de las máquinas de juegos en los casinos. bello un amigo que muere en nuestros brazos, por nuestra mano. bello eso, ver toda la sangre, todo su interior brotar, esparcirse por el suelo y pintar una acera de rojo.

yo sí recuerdo cada vez que he muerto. la muerte es lo mío, no la vida. como aquélla vez con el portaretrato de ella, Isa. o como esa vez en el hospital, sudando licor y vapores narcóticos.

yo, de la vida, no quiero sino su tramo último.

domingo, 1 de junio de 2008

¿Cuánto cuesta un alma?

El gran Ciorán dice
"Dios, como no tiene nada que guardar en su casa, de aburrimiento y enojo, deja yermos los jardines del hombre.
No, no; no es la visión de los astros lo que me deslumbrará. Bastante luz he perdido mendigando a las alturas. Harto de toda laya de cielos, he dejado mi alma a merced de los ornamentos del mundo."

y yo, que no soy grande, pero sí vencido, digo
amén




Un beso que dibujaba en la ventana empañada de un autobús, al pasar frente al departamento en el que una vez vivió horas felices. Falsas felicidades en horas reales, o viceversa. Una lágrima que derrama aquélla niña que llora en silencio. La miro, la miro... Ella me mira. Ella llora por mí. Yo no tengo lágrimas con qué llorar mis dolores. Me agoté hace tiempo, y en mi huerto ya no crecen sino frutos espinosos y desabridos. Ella llora por mí, lo sé. Sin embargo no me causa nada, ni ternura, ni agradecimiento, ni paz, ni dolor. Estoy dormido. Cuando duele tanto que ya no sientes nada, así. Así vivo. Así vivimos muchos, dormidos de dolor.

No me lamento, por favor, no me malinterprete, doctor, nada más falso que eso. Yo hace tiempo que no toco a una mujer; hace tiempo que sólo me masturbo. Note, por favor, el acento en la primera O de sólo. No redundo, ¿ve?. Las lamentaciones son para los ilusos, los otros, nosotros, los hincados sobre el barro y la inmundicia, no lamentamos nada, tampoco extrañamos. Vivimos con este dolor a cuestas, sin pensar en más nada que el día en que acabe el viaje. Vivimos adormecidos, viéndolo tantas cosas. Tantas... Es infierno, se lo digo, está acá, y el paraíso, ese no existe. Dios es un personaje que inventó el Diablo, para jodernos más. Siempre él con su humor negro jejejeje...

Doctor... ¿Usted cree que Emilio, ya sabe, Ciorán, se comiera las uñas? Yo lo hago, ¿ve? Y de pronto pensé que esa niña que lloraba por mí, también... Ya sabe, los desdichados y sus cosas...

miércoles, 21 de mayo de 2008

metalengua


Una llaguita y un escozor. Unas gotas resecas de sangre. Blood. El inglés manifiesta mejor ciertas miserias humanas. Parece un idioma de dolor, lleno de dolor. Hecho, eso es, para el dolor. Painfull. Hay algunas quejas que se expresan mejor en inglés. Así como hay cosas de gente bien, que parecieran hechas para el francés. O maldiciones que parecieran pensadas para el romaní. Ta chi tua. Fuerza. Fuerza dramática, se dirá.

Un escozor, decía, y la sangre seca. Una costra. Una maldición y unas montañas lejanas. Un sur por norte y un norte que se oxida día a día. Una excusa para amar, un idioma. Por cierto, nada mejor que el idioma natural, el animal, para el amor. Al menos el amor físico. Para odiar, no sé, nada mejor que un cierto lenguaje primigenio, olvidado a priori, pero que se recuerda. Es un morderse los labios, un entre dientes. Un El coñísimo e' tu madre, maldito. Así, el español también pareciera un idioma apto, por así decirlo, para el odio. Para odiar.

La concha de la costra se me queda en la mano. Tanto da la uña en la herida hasta que la abre de nuevo. Así se vive mejor, con la herida siempreviva, aunque hayan procesos químicos naturales que siempre pretendan sanarlo a uno. El lenguaje del cuerpo es así, arbitrario, enferma cuando quiere y no cuando uno espera una excusa para no asistir al trabajo. Se recupera cuando puede y no cuando uno ordena. A veces, de hecho, se despierta cuando uno lo que quiere es el sueño, lo prefiere. Otras veces se mueve cuando se anhela la quietud, el estancamiento. Ley de vida, dirán los New Age. Maldita Babilonia, digo yo, que nos separó a todos, hasta al cuerpo del alma.

martes, 22 de abril de 2008

Esnucatum est.

Le quería arrancar los pezones. Le quería morder tan duro que le hiciera daño. La estaba amando con rabia. Es que también se ama con rabia. Y se ama con indiferencia y con paz (eso dicen) y se ama, sobre todo, con fuerza. Con fuerza del puño, no del sentimiento aunque, claro, también con esto.

Pretérito la tomaba de la cintura que se le asía a la palma de la mano como una cosa que le pertenecía, y embestía contra ella con desafuero. Entonces hizo ese gesto amatorio que rara vez hacía. La destajó.

Se levantó de la cama de buen humor luego de aquel buen amor. Se cepilló el cabello. Se vistió. Pagó al salir, como siempre.

Antes, al volante, se sentía timado por la vida. Ese reguero de sangre y tripas y mierda de su amigo, la otra noche, lo traía de malas. Todo por la complicación de tirarse a la misma mujer. Todo porque el imbécil no pudo quedarse tranquilo, no, él tuvo que enamorarse ridículamente.

martes, 1 de abril de 2008

Réquiem de un adios sin adios...


Ahora podía hacer una promesa, después de haber vivido algo como aquéllo.

La distancia y la soledad son directamente proporcionales a la cantidad de lágrimas derramadas en las noches. De día es otra cosa. La angustia y la depresión se dejan maniatar firmando papeles al reverso de como se hizo aquél ventitrés, entre falsos gitanos.

Abril es Abril. En Abril fue el mar, dice Mestisay. En Abril fue el veneno, digo yo. Y en Diciembre la mierda. Y en Enero el desahucio. En Marzo el encono y la agudeza de la mirada sin alma. Ya no te amo. Bueno, digo yo, si es que me hace el favor de pasarme la soga. Un lindo nudo en el cuello y una banqueta que alguien tenga la gentileza de empujar, gracias.

Las promesas se caen y se me antojan equívocas. Te deseo. Te amo. Ojalá no sea muy tarde cuando la luz alumbre el sendero nuevamente. Todas las cartas están sobre la mesa por ti. Ya sin lágrimas, sólo con la tristeza metido entre los huesos y la carne, anidada entre las venas, será el designio de un error, un equívoco o la bendición de amar.

La inocencia es cosa de libros. La credulidad y la fantasía también. Yo, al parecer, vivo entre las lineas de un libro inacabado, eternamente inacabado, como el ser humano, siempre haciéndose y rehaciéndose.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Broke up...


Volviendo al comienzo me dejé las agujetas sueltas y seguí andando de ese modo. La vista tenía un color oscuro sobre ella. Lentes de sol, seguramente. No puedes tocar. Ah, no? No. Okey, pero puedo maldecir, al menos, verdad? Sí, puedes maldecir y puedes escupir y puedes, y te aseguro lo harás, sucumbir. Este señor con sus colmillos y sus amarras y sus tirones de cabello y sus embestidas animales, que vaina. Así lo viola a uno el diablo, el demonio, belzebú. Es hasta bonito este último nombre, verdad? Mira... sí, lo es. Belzebú. Suena a diminutivo cariñoso. A espuela de gallo, a cachetada en el sexo, suena a mordisco de labio, a puñalada de amante, no sé, me hace evocar cosas hermosas: la mirada de un viejo moribundo, una mujer embarazada y sin marido, un esposo cornudo, un lisiado que pide limosna, esas pequeñas cosas, esos pequeños seres que hacen que la vida de uno tenga sentido, que sirven para medir que uno no está tan jodido, que podría ser peor, que podría uno ser más bajo, más vil. Claro, también eso da envidia. Envidia, por supuesto. Así sí, así me siento mejor, más humano, más roedor. Envidia, celos, ponzoña clavada, golpe anticipado, mierda, en fin, esas cosas que te hacen menos santo, gracias a Belzebú, el hermoso y tierno.

Me dejas? Sí, te dejo sola. Pero podemos hablar? No, no podemos. Sí me llamas, si me buscas que sea sólo por placer, por favor, no quiero esas lamentables y eternas quejas de enamoraditos empalagosos. Pero... Bueno, yo te lo digo así de claro, es preferible, cierto? Sí, supongo. Y supones bien, niña, siempre es mejor maldecir de frente que bendecir con sorna y entre dientes. Y siempre es mejor amar. Pero por Dios, qué demonios dices!!! Amar, eso es verbo de analfabetas, es disfunción de las almas, andrajoso quehacer de tristes soñadores. Que me libre de semejante error el todopoderoso Héctor Lavoe, allá en su cielo de pepas y putas y música de la buena. Hay errores, digo yo, que al fin y al cabo no soy nadie, siendo alguien, que se cometen con gusto, y hay voces en el alma, si es que se tiene una, que te dice que te mueras, y tu vas y te mueres. El sinsentido de la vida. La levedad vacía y absurda y estúpida de los seres humanos.

Entonces, te vas? Sí. Bueno, que tengas una vida... no sé, como sea, como la eligas vivir. Y allá en ese lugar, habrá sábanas costosas? Quizá, lo seguro es que tendré un lindo ataud para mi solito, y una lápida con algún texto horrible que no podré elegir yo y que sea el que me acompañe por los siglos de los siglos. Tal vez pueda escribir algo para mí mismo antes de darme el tiro. Sí, tal vez...

domingo, 2 de marzo de 2008

Febrero...

Cuánta sangre, cuánto vómito y cuántas agujas clavadas en las pestañas. Cosas nimias, absurdas y, acaso ridículas, no serían de nuevo las mismas. Así le cambia la dimensión y la perspectiva a un corazón cuando éste se torna laberinto.

Exactamente a las once y once vio el reloj y la reordó a ella. No a ella, sino a ella. ¿Me explico, doc? Sí, se explica. Más nunca torito, ya no más bendiciones a la hora de dormir ni "esa" manera de acostarse que tanto amaba. Ama. Cuántos insultos y puñaladas revoloteando, buscando algún hígado, algún pulmón o una lengua podrida de las mismas palabras que nunca fueron las mismas. Tanto monóxido. Tanta tripa suelta, desparramada en el pavimento. Tanto orgasmo del cielo que quedará como prenda de gitano, colgado a algún madero de los recuerdos, alguna carreta que trató detenerse y no pudo.

Cuanta miseria humana y cuánto, Lucifer mío, sentimiento echado por la borda. LAs once y once, hora plaíndromo, hora perfecta que trae su voz preguntando ¿Ya hoy es diecinueve?. No, no lo es. Nunca lo será, todo lo indica así. Al calendario le recortó ese día. Hay fuego en el ventitrés. Habitáculo desdichado que vio la separación de sus padres y ahora la suya propia. Mirada lánguida de hada, agujero, Viceversa y dama caballero celta, con el cinto...

Nada, nada le queda entre las manos sino ese hueco que se sostiene sobre el pecho.

viernes, 29 de febrero de 2008

Once



La última gota de sangre sobre la pared tenía forma de lágrima.

¿Lloraba, acaso, por el orgasmo obtenido a la fuerza?

En todo caso, la sangre esparcida en la pared muy blanca daba la impresión de un abuso moral, de una caricia demoníaca dada con rabia, con amor y, tal vez, con saña. De cualquier modo, el día estaba por llegar, la ropa tirada por la habitación debía volver a los cuerpos y el horario de oficina seguir su curso normal. El orgasmo, el placer del cuerpo quedaría, pues, como una anecdota que pronto se olvidaría. ¿O no?

jueves, 14 de febrero de 2008

Sin un ápice de disfraz, cero carnavales

Luego de hacer el amor, tendidos los cuerpos, sudado el sentimiento, le preguntó cosas propias del momento. Ella le respondió. Él se preguntó en su mente, mirándola, ¿Será que lo que me dices es en verdad transcripción literal de tus pensamientos? ¿Será que me ocultas cosas, suprimes, censuras pensamientos que sabrás me harán daño? Toda mujer en el fondo, aun luego del acto amatorio, es una madre, siempre protegiendo, siempre velando, siempre cuidando del amor del niño que yace junto a ella.

Toda relación sentimental o sexual es en verdad una transliteración, una puesta en escena, una Edípica Electra realización del pensamiento Freudiano. Siempre vejando, siempre mintiendo, además. Siempre omitiendo los detalles escabrosos. Las mentes, los corazones y por último las bocas de quienes aman son, la verdad sea dicha, censores ministeriales, la hidra del cuento, el arriesgado transgresor que se omite a sí mismo en aras del bien común. La mentira y la putería, el pecado mismo obra de ese modo, con maléfica benevolencia, se dijo.

martes, 5 de febrero de 2008

Más de lo mismo

Llegando al callejón, una vez dejada las huellas en el vidrio del carro, habiendo intentado abrirlo sin la llave, se dijo para sí, que mierda.

En el portaretrato de la sala estaba aún la foto sepia de la mujer aquélla. Él se sentó en el sillón frente a la mesa donde estaba la imagen pérfida del amor de juventud. Encendió un cigarrillo, le dio varias chupadas antes de decirse, que mierda.

En el mercado, frente a su puesto de mercancía inútil, estaba una mujer morena hermosísima, con su marido. El hombre parecía un patán, no, peor, un pelele. Un patiquín, un mangas meadas, como decía mi padre. Un desgraciado que tenía a ese hembrón para sí, y no era Pretérito, era otro, por eso era un gusano, un roedor, una cucaracha sin gracia. En su puesto vendían comida rápida, es decir, comida hecha ya. Pretérito, luego de meses de mirar y mirar a la mujer y su marido, de pronto sintió que conocía a ese tipejo sin alma de antes. Luego de meses sentía una familiridad que le resultaba repugnante. Sólo pensó, coño, que mierda.

Se sentó en el inodoro, al rato se levantó y pensó, Coño, qué mierda!