miércoles, 11 de julio de 2007

Cinceladas


A veces los heridos de bala no derraman mucha sangre, a veces sólo lloran como absurdos soldados que henchían sus orgullos ante la bandera que bailaba al son del viento, siempre apátrida y políglota. A veces las heridas se secan unas encima de las otras y las llagas cicatrizan y las ronchas se caen como las costras de pintura de la vieja casa materna: capa sobre capa, sin distingo de tiempo ni de sentimentalismos. Entonces, caí, pero levanté rápido la proa y seguí adelante, aunque la línea delgada del ponto y la arena oxidada de la playa no dijera mucho acerca de lo por venir.

Al día siguiente, muy temprano, ardió el sol, no cantó ningún ave porque la ciudad se las devoró a todas, y las últimas fueron devoradas por el hambre de las calles, los indigentes y sus cosas. Pantalón puesto, herida sanada, y seguir adelante como el que es tan absurdo que no sabe sino seguir y seguir. Qué humano soy, qué pena.

1 comentario:

- JJ dijo...

A veces los heridos de bala no derraman mucha sangre, a veces sólo lloran como...
Un buen comienzo para una novela.
Caer y levantarse para seguir andando...la historia apenas empieza.
Me gusta tu estilo.
Saludos!