viernes, 29 de febrero de 2008

Once



La última gota de sangre sobre la pared tenía forma de lágrima.

¿Lloraba, acaso, por el orgasmo obtenido a la fuerza?

En todo caso, la sangre esparcida en la pared muy blanca daba la impresión de un abuso moral, de una caricia demoníaca dada con rabia, con amor y, tal vez, con saña. De cualquier modo, el día estaba por llegar, la ropa tirada por la habitación debía volver a los cuerpos y el horario de oficina seguir su curso normal. El orgasmo, el placer del cuerpo quedaría, pues, como una anecdota que pronto se olvidaría. ¿O no?

No hay comentarios: