martes, 5 de febrero de 2008

Más de lo mismo

Llegando al callejón, una vez dejada las huellas en el vidrio del carro, habiendo intentado abrirlo sin la llave, se dijo para sí, que mierda.

En el portaretrato de la sala estaba aún la foto sepia de la mujer aquélla. Él se sentó en el sillón frente a la mesa donde estaba la imagen pérfida del amor de juventud. Encendió un cigarrillo, le dio varias chupadas antes de decirse, que mierda.

En el mercado, frente a su puesto de mercancía inútil, estaba una mujer morena hermosísima, con su marido. El hombre parecía un patán, no, peor, un pelele. Un patiquín, un mangas meadas, como decía mi padre. Un desgraciado que tenía a ese hembrón para sí, y no era Pretérito, era otro, por eso era un gusano, un roedor, una cucaracha sin gracia. En su puesto vendían comida rápida, es decir, comida hecha ya. Pretérito, luego de meses de mirar y mirar a la mujer y su marido, de pronto sintió que conocía a ese tipejo sin alma de antes. Luego de meses sentía una familiridad que le resultaba repugnante. Sólo pensó, coño, que mierda.

Se sentó en el inodoro, al rato se levantó y pensó, Coño, qué mierda!

1 comentario:

Viandante dijo...

Querido Pretérito,
tenía tiempo sin pasar por acá. fabuloso todo, como siempre. Me he entretenido mucho. Me encanta que sigas escribiendo.