jueves, 14 de febrero de 2008

Sin un ápice de disfraz, cero carnavales

Luego de hacer el amor, tendidos los cuerpos, sudado el sentimiento, le preguntó cosas propias del momento. Ella le respondió. Él se preguntó en su mente, mirándola, ¿Será que lo que me dices es en verdad transcripción literal de tus pensamientos? ¿Será que me ocultas cosas, suprimes, censuras pensamientos que sabrás me harán daño? Toda mujer en el fondo, aun luego del acto amatorio, es una madre, siempre protegiendo, siempre velando, siempre cuidando del amor del niño que yace junto a ella.

Toda relación sentimental o sexual es en verdad una transliteración, una puesta en escena, una Edípica Electra realización del pensamiento Freudiano. Siempre vejando, siempre mintiendo, además. Siempre omitiendo los detalles escabrosos. Las mentes, los corazones y por último las bocas de quienes aman son, la verdad sea dicha, censores ministeriales, la hidra del cuento, el arriesgado transgresor que se omite a sí mismo en aras del bien común. La mentira y la putería, el pecado mismo obra de ese modo, con maléfica benevolencia, se dijo.

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