viernes, 11 de enero de 2008

De cloacas y fábulas deprimidas.


El principito empalado dando vueltas como un pollo. El principito con yuca y salsa guasacaca. El principito mmmm, rico, pero estaba mejor el McOndo de la semana pasada. El principito en huesos, con la carne abierta y fileteada con los dientes. El principito a la basura con lo que quedó de la yuca. Qué cagada. Y el zorro sentado frente al rosal. Esperando. Qué cagada. Así de miserable es la puta humanidad.

El amigo llorando camino al hospital, que las tripas, que se le salían, que le faltaban dedos en las manos o manos en los brazos o brazos en el torso o torsos en la cintura... que se le salían, que no lograba sostenerlas dentro. Y Pretérito que le decía que shito, perro, cállese la lloradera y aguante. Que eso le pasa por andar hablando de más de él. Las alcantarillas cuando llueve se desbordan y sale toda la mierda y rueda por las calles, como lindos barquitos de miseria social. Eso es lo que pasa. Y el hombrecito llora que te llora, y el otro con el puñal en el bolsillo del suéter, emplastado con orh + ó -. Y el amigo que lo bajan del taxi y el intestino que le va colgando y él que llora y grita y maldice a Pretérito que lo lleva cogido de un hombro y un brazo y piensa en dejarlo caer y acabar de pisarle las tuberías negras y rematarlo ahí mismo, pero nada, que dele, que ya casi llegamos.

Emergencias. De emergencia están esas salas y esas gentes en el tercer mundo, que no, que debiera ser el quinto mundo, el infra mundo, el infra quinto chiquero de mierda, que «mundo» le queda grande. El médico o paramédico o enfermero o vigilante vestido de hospital que lo coge y lo acaba de montar en una camilla y se lo lleva sin muchas ganas. Las puntadas obstinadas que le hacen con un nylon enojado con el mundo por venirlo aponer ahí, justo ahí con ese olor a sangre y a mierda y a orín mal lavado.

Qué cagada. El principito empalado de nuevo. Dando vueltas sobre su propio eje como el pequeño planteta que dejó atrás como un recuerdo amargo. Con los baobas devorándolo todo. Los baobas que deben ser de este planeta, hasta deben ser humanos. El tiempo que se cae lerdo enfrente del zorro y el rosal y el campo de trigo. Y Lewis Carrol sentandose a la pequeña Alicia en las piernas y manoseándola mientras le habla de Cartas que son personas. Todo es como el mundo. Una mísera porquería que se degrada así misma.

2 comentarios:

Inés dijo...

(gracias por hilvanar-me con el osito suicida! :) )



saludos!

http://www.inne.com.ar/blogs/

J. L. Maldonado dijo...

Del espacio hasta pisar tierra, realidad, miseria. Buen contraste. A muchos nos ha tocado ser ese nylon.