miércoles, 26 de diciembre de 2007

Sin malicia

«Un hombre sin papel para limpiarse el culo tiene el alma muerta. Es un esclavo de las circunstancias.» Pido perdón a mi hermano por citarlo, pero me vino como billete a puta.

Tanto andar y desandar sin aferrarse nunca a nada, como un Amoroso, que busca, no encuentra. Tanta rabia y tanta cicatriz escupida y tantas violaciones no perdonadas. Como diría Amaya, tanta escoria junta. La precariedad de algunas almas que se creen superiores nunca fue un tema teológico, ni de estado. Más bien es un asunto de gusanos, de seres que se arrastran, que se sumergen en orín y mierda. Seres, como dice mi hermano, que no tienen para limpiarse el culo.

Era de noche cuando Pretérito habló con su amigo la última vez. Eran las doce. Llovía, no, no llovía, que absurdo que siempre llueva. Pues no, eran las doce de la noche y hacía un sol fabuloso, e increíble. A él le salieron unas alitas ridículas sobre la espalda y se echó a volar mientras un autobús le escupía monóxido en el rostro. Entonces era unos años antes, y estaba en una fiesta de carnaval y atravesaba la garganta de una mujer disfrazada de hada. Luego, de súbito, ésta mujer resultó un escandinavo enorme de pene muy pequeño, que le golpeó mientras intentaba blandirle con su diminuta hombría. Aleteó de nuevo y huyó.

Él era muchas personas. Aunque la gente poco o nada entendiera de esas cosas, había un amigo que sí le comprendía, nacido bajo la misma casilla de soñador irredimible y de pecador confeso, éste joven de sangre española sí le entendía y le amaba. Era como si Satán se hubiese olvidado de corroerle los huesos y por un momento la luz se viritiera entera sobre él. Pretérito aterrizaba entonces en una cama con plumas y varias mujeres desnudas que intentarlo hacerle una felación que prometía tamaños descomunales. Él alzó vuelo a ras de suelo y llegó de nuevo a esa calle, con una neblina increíble tomando en cuenta que eran ya las tres de la madrugada de dos más tarde y seguía haciendo aquel sol inverosímil.

Fue allí que decidió no hacer caso del duende que gritaba glotalmente sangre y lodo. Era como una rémora sin tiburón. Como un númen maltrecho por tantas huidas. Él la bendijo en su lengua y se marchó. Una psique y un blanco tatuaje que partía hacía el nunca de nuevo. En eso, en eso momento de ternura budista, se acercó el viejo harapiento y le miró con su ojo de vidrio y Pretérito, viendo los escosores de su piel, le estampó un puño en el ojo. Allí le dejó tendido y siguió volando. Era un demonio en busca de cielos.

4 comentarios:

Viandante dijo...

!Fabuloso, un placer leerte como siempre!

Recibe un abrazo

the licht co dijo...

si no quieres caer en el olvido después de muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse o haz cosas dignas de escribirse... -(con o sin malicia)-

So dijo...

gracias por pasar por mi blog. Gracias por tus correcciones gramaticales.

Si hablamos de correcciones, pues fíjate en algo:

"..En eso, en eso momento de ternura budista,..

Quizás sea una nueva expresión que seguramente yo desconozca, pero para mí debería decir en ese momento...

Saludos

Grace® dijo...

Siempre tiendo a no desdeñar lecturas ni prejuzgarlas por vocabulario o temática, entiendo que es como calificar a una persona con sólo saludarle o compartir una cena. Hay cosas que se pueden ir descubriendo que están más allá de los renglones, de la comprensión primaria, que puede llegar a resultar sustancioso.
Ya empecé a leerte, vamos por más...
Un beso