martes, 22 de abril de 2008

Esnucatum est.

Le quería arrancar los pezones. Le quería morder tan duro que le hiciera daño. La estaba amando con rabia. Es que también se ama con rabia. Y se ama con indiferencia y con paz (eso dicen) y se ama, sobre todo, con fuerza. Con fuerza del puño, no del sentimiento aunque, claro, también con esto.

Pretérito la tomaba de la cintura que se le asía a la palma de la mano como una cosa que le pertenecía, y embestía contra ella con desafuero. Entonces hizo ese gesto amatorio que rara vez hacía. La destajó.

Se levantó de la cama de buen humor luego de aquel buen amor. Se cepilló el cabello. Se vistió. Pagó al salir, como siempre.

Antes, al volante, se sentía timado por la vida. Ese reguero de sangre y tripas y mierda de su amigo, la otra noche, lo traía de malas. Todo por la complicación de tirarse a la misma mujer. Todo porque el imbécil no pudo quedarse tranquilo, no, él tuvo que enamorarse ridículamente.

2 comentarios:

Viandante dijo...

Los hombres tienen por costumbre amar con rabia. Por eso ya no amo, y procuro que no me amen.
Ya sabe que me gusta su prosa y mire que a veces me repugna... será que la disfruto con rabia?

Un abrazo

Samantha Lucena Ruíz dijo...

la rabia es una exquisita manera de amar,desenfrenada, mezclada, se gesta con fuerza, incluso desenfreno...no creo que sea algo puramente masculino, hay oportunidades en que el cuerpo curvilinio de una mujer jadeante quiere que le encaucen las líneas en una sola embestida.