jueves, 2 de agosto de 2007

Causas y azares



Afuera hacía un sol como en meses no había visto la ciudad. Un sol dominical, diría el abuelo. T se asomó a la ventana de la habitación como pudo. Apretó los ojos por la incandescencia. Mes y medio en el hospital, sedantes, analgésicos y demás medicinas y operaciones le habían dado una pesadez extraña en el cuerpo. Aún le dolía el abdomen. Las puñaladas recibidas le hirieron más que el cuerpo, le hirieron el orgullo. Por eso, meses después, ya totalmente restablecido de salud, fue a visitar a M, la vecina fea de Pretérito, que le saciaba la sed de piel ocasionalmente. Por eso se la tiró en la sala, con las cortinas abiertas para que quien quisiera ver, viera. Especialmente nuestro protagonista, claro. Lo que no sabía T era que Pretérito estaba embebido en una marejada de pensamientos y disertaciones acerca de si debía o no irse a Beirut con la joven del perfil y el cuello de estatua helénica.

Sostenía en su mano una foto de Isabella, que era su nombre, y la tomaba como quien tiene entre las manos un relicario sagrado, un objeto cuyo valor es tremendamente superior a lo estimado por el más experto conocedor de reliquias. Lo sostenía y admiraba la perfección de los trazos, las líneas, las sombras y la luz que daban a ese rostro la altivez y la inocencia de una virgen atea. Se preguntaba si sería cierto que la vida daría las vueltas necesarias para juntarlos una vez al menos. Y temía que sólo los juntara una vez y no más. Temía ser tomado de la mano, ser bebido por esos labios que ahora veía como de mármol, tan vivos y tan fríos, tan distantes, lejanos, imposibles, y que sin embargo se le aparecían en sueños, en recuerdos, en divagaciones y alucinaciones, como una droga potente que toma su mente y se adueña de sus sentidos, alterándole la realidad. La realidad era que T, en ese preciso momento, estaba tirándose a su amiga, la única posesión carnal que tenía por esos días. Era una puñalada que no sabía, no tenía conciencia para más nada fuera de aquélla foto y las cartas de Isabella, que estaba recibiendo.

El sol de aquella mañana, meses antes, le alegró el día a Pretérito, acababa de salir de la oficina postal, de recibir un sobre remitido desde Beirut. Estaba pletórico de emoción, ella, Isabella, le había enviado una foto con una dedicatoria. «Te envío este rostro que es mío y es tuyo, esperando lo guardes en ese lugar escondido que eres. Con Amor, I» La foto que sostendría en sus manos la tarde en que sonaba el teléfono mientras T fornicaba con M, debajo de sus narices. Pretérito no podía si quiera prever, al momento de recibir el sobre, que bajo ese mismo sol ardiente T planeaba paso a paso su venganza, la manera de ultrajar su vida, no podía saber que en T hervían las tripas que le quedaban con el ansia de las puñaladas por dar.

4 comentarios:

Lucila dijo...

Hola!
Causas y azares instantes que brotan desde el dolor y la venganza. La esperanza ciega que no deja ver otros caminos.
Me ha gustado.
Un placer conocerte.

- JJ dijo...

Hola!
He leído todos tus post y me he quedado fascinada con tu prosa ágil y amena.
La carta esa indecisión, el saber que se espera sin esperanzas y no tener otra que aterrizar.
Causas y azares, te cuento que es la canción de Silvio Rodríguez que más me gusta. Y con estas letras: ser bebido por esos labios que ahora veía como de mármol, tan vivos y tan fríos, tan distantes, lejanos, imposibles, y que sin embargo se le aparecían en sueños, en recuerdos, en divagaciones y alucinaciones, como una droga potente que toma su mente y se adueña de sus sentidos, alterándole la realidad.
Me he quedado atrapada.
Es una red de la cual me es difícil salir, tanto por la calidad de tus letras como por el impase que me hace venir a fumar la pipa de la paz.
Saludos!

Viandante dijo...

Gracias por tu comentario, espero conservarnos como lectores mutuos.
No suelo dar opiniones a la ligera y espero que no te lo tomes a mal, para mi gusto en este texto apresuraste el relato, el tema es bueno y creo tiene sustancia para más, no lo siento como minicuento.

Recibe mis saludos.

Nestor Luis Bermúdez dijo...

Bueno, gracias por sus visitas. Lucila, sí, la venganza es cosa seria. JJ, qué decirte, gracias por tus comentarios tan amables...

viandante, ciertamente no es un minicuento, ningunno de los textos de este blog lo son. De hecho, si lees más de dos te darás cuenta de su unidad temática. Es más bien un cuento largo o una novela, no sé, como se quiera tomar. Es verdad, la sustancia está allí, esparcida y desarrollada desde diferentes ópticas en cada entrada. Mil gracias por visitarme y recomendarme. Sí, estaremos leyéndonos.

Saludos.